Domingo Bazán Campos
Profesor
Pasada ya una semana de la noticiosa frase en torno a los “inútiles subversivos”, en alusión a los estudiantes movilizados, por parte de un Senador de derecha, es conveniente hacer algunas reflexiones pedagógicas sobre lo que se quiso decir y lo que no se dijo. Partamos de la base que se trata de un enunciado de carácter político, por lo que amerita una comprensión sociocrítica sobre el significado de esta idea. No me referiré a la fertilidad de su autor porque me da la impresión de que le queda todavía mucha creatividad para seguir buscando la trascendencia política por la vía de sorprendernos regularmente con sus exabruptos intelectuales.
En lenguaje de politólogo, la palabra subversión significa grosso modo cualquier intento por cambiar o derrocar las estructuras de autoridad, las hegemonías culturales o los mecanismos de concentración de la verdad. Así, la actividad subversiva es un medio para hacer la revolución, es decir, para lograr el cambio profundo de las cosas. Por su parte, la idea de utilidad se refiere al provecho, interés o sentido que puede tener algo. Por antonomasia, lo inútil es lo que no interesa ni tiene provecho o carece de sentido para quien lo dice.
¿Qué se quiere decir con inútiles subversivos para referirse a los jóvenes movilizados? Algunas hipótesis pueden ser valiosas, mas no necesariamente ciertas:
1) Son inútiles subversivos quienes quieren cambiar algo que no se puede o no se desea cambiar. Esta hipótesis es coherente con la arrogancia y soberbia con que la derecha y el gobierno han enfrentado ideológicamente el tema de las demandas estudiantiles. En el fondo, no ven o no comparten la necesidad ética y política de eliminar el lucro en educación, de otorgar similares oportunidades de acceso a educación de calidad a todos los chilenos o, sencillamente, de restituir el rol del Estado en la gestión de la educación pública.
2) Son inútiles y subversivos porque no caben en el modelo de sociedad que le interesa a la derecha. Efectivamente, en la cultura e ideología de la derecha no tiene sentido ni valor querer cambiar esta sociedad, pues, el modelo económico y los valores que imperan les agradan y le conviene. Se trata de un conservadurismo indolente que sobrevalora el individualismo, el conformismo, la competencia, el egoísmo. Por lo tanto, los jóvenes incomodan, son disfuncionales porque en lugar de consumir se preocupan de los otros y ponen “irracionalmente” en riesgo sus estudios y sus propias vidas por el deseo retrógrado de construir una sociedad solidaria, socialista, sustentable.
3) Son subversivos inútiles porque constituyen anomalías que ha creado la propia educación que se quiere cambiar: En el fondo, sabemos que el mejor resultado de la “buena educación” es no querer cambiar nada, es resignarse al orden establecido, es hacer lo que hay que hacer. Por lo tanto, si un grupo de personas, de vez en cuando, emerge organizadamente para expresar su cuestionamiento a los medios o fines que caracterizan una sociedad estamos frente a una excepción indeseable del sistema de socialización y constituyen anormalidades o enfermedades sociales que el propio sistema debe adecuadamente sanar (léase reprimir, castigar, encarcelar). Tratar a los jóvenes de inútiles subversivos es el paso previo a llamarlos a todos lumpen y, en consecuencia, eliminarlos social (y biológicamente) de la sociedad.
Lo paradójico aquí es que la derecha olvida que la educación tiene y tendrá dos funciones sociales. Por un lado, la educación mantiene las normas y creencias dominantes, reproduce la sociedad y controla a la gente. Por el otro, emancipa a la gente, abre ventanas para airear la sociedad y forma sujetos potencialmente subversivos, esto es, capaces, de enfrentar al poder con las armas de los argumentos y de la desobediencia pacífica. Durante años hemos visto cómo la educación chilena ha hecho muy bien la primera tarea, postergando lastimosamente la segunda.
Es un dato relevante, además, que la derecha se enfrente hoy con jóvenes que mayoritariamente nacieron en democracia, a comienzos de los noventa. Pues, por más mal que lo haya la Concertación en materia de educación, parece haber sentado las bases de una generación de jóvenes valientes, con pensamiento crítico, capaces de leer y denunciar los propios errores de la izquierda concertacionista y de levantar en pleno gobierno de derecha uno de los mayores episodios subversivos y revolucionarios que ha visto este país en los últimos 30 años.
Entonces, quienes no entienden lo que está ocurriendo es porque los rodea la metaignorancia moral y política de ese sector de la sociedad que ignora lo que ignoran. Por eso, se tilda de inútiles a los que sí son útiles y de subversivos a los que nos están ayudando a todos a entender que Chile nunca será un país grande y justo si no invierte profundamente en educación, en procura de una educación laica, plural y sin fines de lucro.
Quienes pretenden menoscabar a los estudiantes movilizados tratándolos de inútiles subversivos son, después de todo, verdaderos tontos útiles de los sectores más egoístas de este país, los que se han enriquecido y envilecido con toda la libertad que da el sistema social y político que nos legó la dictadura militar. Claramente, faltan más de estos jóvenes inútiles y faltan más de las instituciones educativas que forman jóvenes subversivos en el equilibrio armonioso entre la reproducción con la transformación social.
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