25 de agosto de 2011

Manifiesto por una Educación Emancipadora y Transformadora


Somos un grupo de educadores, profesionales y ciudadanos profundamente interesados en la construcción de un sistema social que garantice educación de excelencia para Chile, por lo que apoyamos ética y políticamente las propuestas de mejoramiento de la calidad que están realizando los estudiantes secundarios y universitarios, junto al profesorado y a los distintos sectores de la comunidad nacional. Adherimos sin ambivalencias a la búsqueda de una educación basada en la justicia, de carácter laica, plural y sin fines de lucro, con la presencia de un Estado fortalecido capaz de gestionar la educación como un todo. Sabemos que el modelo educativo que tenemos es reflejo de la sociedad que existe y que los cambios que hagamos se reflejarán en cambios sociales a mediano plazo y largo plazo.

Nos interesa manifestar nuestra comprensión de lo que debería incluir una nueva postura de país sobre el sentido y los fines de la educación, y sobre lo que hemos de entender como calidad de la educación. Es nuestra opinión que el actual debate sobre la educación ha sido muy iluminador y ha tensionado el sistema político dominante, pero que no ha mostrado, lamentablemente, la importancia de dotar a estas demandas políticas y sociales de la necesaria fundamentación pedagógica para levantar un contenido educativo coherente, sustentable y prospectivo.

En este escenario, manifestamos y proponemos lo siguiente:

I. Pedagogía como saber especializado de la educación

Entendemos que las nuevas políticas públicas en educación deben estar avaladas por el aporte generoso y lúcido de las llamadas ciencias de la educación, esto es, disciplinas especiales cuyo objeto de estudio es la educación, tales como psicología de la educación y sociología de la educación, constituyendo referentes muy fértiles para comprender la educación como proceso de socialización y de formación de la persona humana. Sin embargo, frente a una educación dinámica y compleja, este aporte trae consigo una mirada compartamentalizada y unidimensional de la realidad de la escuela y de la educación.

Manifestamos, al respecto, que la pedagogía es la principal disciplina llamada a reflexionar sistemáticamente sobre la educación, capaz de articular las distintas aportaciones científicas y filosóficas existentes y de nutrir a la educación de sentidos o de una razón de ser.

Queremos que el desarrollo presente y futuro de la educación chilena se desprenda esencialmente de una discusión pedagógica sobre la educación que tenemos, y sobre la educación y el país que deseamos.

II. Pedagogía como práctica educativa reflexiva y emancipadora

Resaltamos que, así concebidas, la pedagogía y la educación no son neutrales, constituyendo más bien campos profesionales, de producción de conocimientos y de intervención caracterizados por la permanente presencia de conflictos epistemológicos, ideológico-filosóficos y, por lo tanto, valóricos. Hace falta, en consecuencia, develar cuáles son esos intereses centrales que subyacen en los distintos actores que piensan, gestionan y vivencian la educación. En este contexto, el actual movimiento social debiera explicitar su rechazo a una educación que ha resultado ser controladora, castigadora, asistencialista y homogeneizadora.

Manifestamos que la educación que nuestro país requiere es una educación liberadora y dialógica cuyo propósito principal sea el desarrollo del pensamiento crítico y transformador en las nuevas generaciones, con vistas a construir una sociedad más justa, más solidaria, más incluyente, más participativa, en fin, más feliz.

Queremos una educación que resignifique y expanda todas las fronteras mentales, morales y culturales de cada uno de los habitantes de este país.

III. Educación de calidad como derecho humano

Constatamos que, desde un punto de vista constitucional y de los derechos humanos, en el ADN de las actuales políticas públicas en educación no existe la urgencia de contar con una «educación de calidad». Vemos que una «buena educación para todos» no representa aún un derecho irrenunciable, estando supeditada esta noción valórica a otros derechos asociados a la educación, tales como: acceso a la educación, el derecho a la enseñanza, el derecho a generar ganancias por administrar un colegio, la libertad de pensamiento, etc.

Manifestamos firmemente que la educación de calidad debe ser entendida como un derecho para cada chileno y chilena, en todos los niveles del sistema escolar, sin distinciones ni condicionantes de ningún tipo.

Queremos que Chile le asegure inequívocamente a cada nuevo habitante de este país similares oportunidades educativas, volumen equivalente de recursos económicos y didácticos para aprender a ser, para aprender a convivir, para aprender a hacer y para aprender a aprender.
IV. Educación sin lucro y equitativa

Reconocemos que una educación de calidad representa un desafío ético y político de alta relevancia para el conjunto del sistema social y que su concreción como ideal democrático no puede ser, bajo ninguna circunstancia, mermada ni puesta en riesgo por intereses instrumentales y egoístas amparados en la lógica de mercado y de productividad de corte capitalista. Al Estado le corresponde velar por la calidad de la educación, delimitando y resguardado los marcos éticos y legales sin los cuales, lastimosamente, la educación pública y privada dejan de ser un bien público y pasan a ser un bien de consumo. Lucrar en y con la educación representa una matriz de sentido que distorsiona y entrampa la dimensión colaborativa, cultural e intersubjetiva del fenómeno educativo.

En este sentido, manifestamos nuestro mayor rechazo a la idea de lucrar con la educación y, con ello, desfavorecer, una vez más, a los sectores más vulnerables y postergados de este país.

Queremos, en consecuencia, que el lucro sea reemplazado por el valor de la equidad y de la inclusión.

V. Educación pública y Estado docente

Observamos que el proceso de municipalización iniciado por el gobierno militar en los años 80’s, orientado claramente a desarticular la educación pública y a generar mayor control ideológico en las escuelas, ha llegado a un nivel de deterioro ostensible, suponiendo una lamentable y creciente migración de sus estudiantes al sector particular subvencionado. Nos interesa, además, rechazar la pretensión de una cierta “desmunicipalización” en cuanto noción propuesta por el actual gobierno que supone solapadamente “más privatización”.

Manifestamos, en este contexto, que la “desmunicipalización” es un proceso necesario para el mejoramiento de la calidad de la educación chilena, siempre y cuando ello implique una revitalización del rol del Estado en lo referido a trazar políticas educativas basadas en el bien común; en el ampliación de los recursos invertidos en los establecimientos; en el aumento de la capacidad de desarrollar una gestión eficiente y directa del Estado en las principales escuelas y liceos del país; en la legítima expectativa de recuperar una educación gratuita para los sectores medios y bajos de la sociedad.

Queremos, muy especialmente, alentar “desmunicipalización” si la idea de una educación pública lleva consigo procesos crecientes de dignificación de todos los profesores y profesoras del país.

VI. Educación emancipadora en las aulas y escuelas de Chile

Comprendemos que está pendiente aún debatir con respecto al contenido y significado de una educación de calidad, supuesta la idea de una educación sin fines de lucro, diversificada y adecuadamente tutelada por el Estado. Hace falta una discusión esencialmente pedagógica que permita discernir qué es aquello que define, desde un punto de vista curricular y sobre todo didáctico, lo que hemos de entender por calidad educativa. Al respecto, nos interesa resaltar, sin ambages, que la calidad de la educación es un desafío pedagógico abierto, en construcción, que exige modificar profundamente las condiciones con que se encuentran cara a cara estudiantes y educadores a propósito de un saber a aprender.

Manifestamos que, lamentablemente, la crisis de la educación persistirá si los cambios demandados hoy no apuntan a modificar las prácticas educativas cotidianas que se viven en el grueso de las escuelas del país, de modo que la calidad educativa anhelada signifique contar con profesores capaces de generar intervenciones orientadas al logro de aprendizajes significativos en sus estudiantes y que conviertan el aula en un lugar de coexistencia basado en la seguridad, la confianza, el diálogo y el mutuo respeto.

Queremos enfatizar que hace falta, esencialmente, desplegar cambios que iluminen a las escuelas en la tarea de fundar proyectos educativos emancipadores cuyo propósito mayor sea la formación de ciudadanos críticos, democráticos y democratizadores.

VII. Dignificación y autonomía profesional docente

Interpretamos que, en el marco de la función del Estado y del papel formativo de las instituciones de educación superior, existe un cierto «círculo epistemológico perverso» en la formación de profesores puesto que, por un lado, los queremos como «mejores profesores», esto es, más eficientes y productivos pero, por otro lado, no estamos dispuestos –desde las concepciones científicas y sociales vigentes- ni a valorarlos como profesionales de la socialización, ni a permitirles que sostengan gremialmente propuestas desde su propia identidad profesional.

Manifestamos, en este sentido, que es de ineludible importancia para el país la implementación de una política de desarrollo profesional docente que garantice una formación común y pedagógica de excelencia en todas universidades del país, que releve la autonomía profesional docente como criterio mayor de calidad, que garantice a todos los educadores y educadoras las condiciones de vida material y espiritual que se merecen y, sobre todo, que reconozca públicamente el permanente y generoso aporte del profesorado al desarrollo cultural, social y económico del país.

Queremos que cualquier experiencia de revolución educativa sea hecha a favor de los profesores y, en ningún caso, sin ellos o en contra de ellos.
 
 
VIII. Debate educativo y razones pedagógicas de un cambio social

Valoramos largamente la idea de concebir, incentivar y conquistar las transformaciones educativas requeridas a partir, principalmente, de las aportaciones y miradas de los distintos actores del sistema educativo, esto es, docentes, apoderados, estudiantes y administrativos. Sabemos muy bien que, parte fundamental de este movimiento ciudadano de cuestionamiento a la lógica del sistema educativo, sólo ha sido posible gracias al coraje y lucidez de miles de jóvenes nacidos desde el año 90 en adelante.

Agradecemos, además, la generosa contribución comprensiva y comprometida que hacen los distintos estudiosos y analistas de la educación, pues, sin este aporte ninguna lectura crítica de la realidad educativa es posible.

Manifestamos, con todo, que hasta ahora nos parece subvalorado aquello que la pedagogía -como el saber sistemático y responsable de la educación- debiera ofrecer, es decir, sentidos para hacer aquello que se hace; razones sobre los fines y propósitos de educar; argumentos sociales, éticos, políticos, pero sobre todo, profesionales, para discernir lo que se debe hacer en una sala de clases, en una escuela, en una sociedad como la actual.

Queremos que sea la pedagogía de los educadores chilenos y latinoamericanos la que aporte las orientaciones necesarias para diseñar un proceso de cambio efectivo, dialogado, participativo y reflexionado del aula, de la escuela y de su entorno social y cultural.


Nos parece, en suma, que no habrá una escuela de calidad, en una sociedad sustantivamente renovada en el desafío de construir un Chile justo y más alegre, si no sumamos comprensiones pedagógicas de inspiración crítica y transformadora.

Ese es el principal deseo ético y político de los abajo adherentes.


Colegio Paulo Freire del Elqui
Movimiento Pobladores en Lucha
Profesores de la Escuela de Educación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano

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