6 de julio de 2012

Pensar dicotómico y articulación del par etic/emic


Enzo Hernández Durán.
Licenciado en Sociología


La dicotomía es una de las primeras formas humanas de clasificación de las cosas: día y noche, vida y muerte, si y no, son parte de estas maneras ancestrales de ordenar el mundo.

En las ciencias sociales, las primeras clasificaciones también obedecen a esta lógica de polarización como en el conocido caso de Ferdinand Tönnies, sociólogo alemán, famoso por su distinción de Gemeinschaft und Gesellschaft (Comunidad y Sociedad, 1887). Esta dicotomía básica obedecía a la diferenciación aparente entre lo original y lo artificial, entre lo natural y lo mecánico, entre placer y razón. Se trata de una forma bipolar de ver el mundo que resulta, en principio, útil, pero en la práctica termina constituyéndose en una mirada reduccionista, que interpreta la realidad como una oposición tensionante –sino mutuamente excluyente- de dos posturas. Que, en suma, no niega pero obscurece las complejidades de la interacción y la posibilidad cierta de la comprensión de éstas por el sujeto observante.


La mirada dicotómica del mundo, por otro lado, es superada por el par Sein und Zeit (Ser y Tiempo, 1927), el más importante trabajo del filósofo alemán Martin Heidegger que, para muchos académicos, representa uno de los más importantes trabajos de la filosofía universal. Una idea tomada de esta postura filosófica basta para comprender su aporte: previo a la argumentación heideggeriana se establecía una escisión, procedente desde la antigua Grecia, entre mente (alma) y cuerpo. Esta dicotomía básica separaba, y aún pretende hacerlo, a lo natural y lo humano (artificial), como distintos y enfrentados. La labor de Martin Heidegger, en este contexto, incluye la variable tiempo al desarrollo del cuerpo, pero también a la variable mente (alma). Ambos elementos, fundidos en el Ser, suponen el fin del círculo hermenéutico, que es un tema para otro comentario. Pero, en lo esencial, nos muestra que una argumentación válida para cerrar el recurso metodológico de la dicotomía, es considerar que las dimensiones, polos opuestos, en ciencias sociales, son siempre complementarios, y centralmente interdependientes.

En esta línea, a mediados del siglo pasado, Kenneth Pike, lingüista y antropólogo estadounidense, mejor conocido por su definición de los conceptos “Emic” y “Etic”, basándose en las categorías phonemics (fonología) y phonetics (fonética), respectivamente, aporta un nuevo par de lectura del mundo que suele mostrarse en perfecta dicotomía o tensión. Generalmente, se entiende Emic como el punto de vista del nativo y Etic como el punto de vista del extranjero. Así, se asume que ambas miradas son distintas y complementarias en un segundo nivel, estableciendo, según sea quien define, la preminencia de un concepto sobre el otro en los procesos sociales. Una visión sesgada de esta contribución conceptual, esto es, una visión dicotómica de etic y emic oscurece nuevamente la comprensión de la complejidad de la realidad social. Esto ocurre cuando queremos enunciar categóricamente la existencia de dos modos distintos de ver la cultura y los valores, a través del par Etic y Emic, enfatizando en el primero un carácter objetivista y racional, y el segundo un carácter subjetivista y razonable (distinción paradigmática profundizada cuatro décadas después por el español J. Ibáñez). Entonces, usar este par de conceptos como visiones separadas y desarticuladas del mundo, o de preminencia de una sobre otra, constituye un profundo error de vigilancia epistemológica que niega las posibilidades reales de acercarse a una visión holística, dentro de lo que cabe, de la realidad.


Respecto del argumento de Pike, uno de sus principales seguidores Marvin Harris (1978; 478)[1] opina “El emparejamiento de Emic con resultados estructurales, por un lado, y por otro, el de Etic con resultados no estructurales, está de acuerdo con la historia de la lingüística. Mas no hay razón para suponer que tal ecuación sea válida también para fenómenos no lingüísticos”. En este sentido, la vida social es un remolino infinito de acciones de orden etic y emic, una construcción social que contiene y amerita tanto procesos objetivos como procesos subjetivos de estar y ser en el mundo.

Para Aurora González Echavarría (2009)[2], la dupla etic y emic es considerada muy a menudo como referente a concepciones opuestas, pese a que la intención debiese ser encontrar una salida a ciertos usos rígidos de la dupla emic/etic. Pike, dice la autora (González Echevarría 2009, 23), considera que el punto de vista etic, constituye, en términos gnoseológicos, el punto de partida de la pesquisa antropológica en tanto que el punto de vista emic, por decirlo así, sería la meta a alcanzar.


En resumen, la relación etic-emic es procesual, de alta dinamicidad, y da cuenta de dos modos de leer el mundo, más complementarios que suplementarios, que describe un continuo de opciones y matices en el trabajo investigativo y de construcción de saberes sobre el mundo (que es la base del proceso educativo y de aprendizaje) y no dos miradas excluyentes respecto de la realidad.



[1] Marvin Harris (1978) Caníbales y Reyes. España, Editorial Salvat.

[2] Aurora González Echevarría (2009) La dicotomía Emic/Etic. Historia de una confusión.  España, Anthropos Editorial.

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