24 de septiembre de 2010

Calidad educativa, SIMCE y el valor de la diversidad











Millicent Rowlands

En las semanas posteriores a la entrega de los resultados SIMCE, los medios de comunicación han permitido entregar distintas reflexiones y puntos de vista respecto a dicha medición nacional ya que, sin duda, si hay un debate que nos convoca a todos es justamente el de la evaluación de la Calidad de la Educación en Chile.

En este contexto, aunque el SIMCE constituye un indicador a considerar para cualquier centro educativo, se entiende que presenta limitaciones, propias de una prueba de tipo estandarizada -de selección múltiple- que considera, además, sólo una selección de todo el contenido que puede abarcar una asignatura o campo de conocimiento, dejando de lado otros aspectos importantes como son las capacidades y, especialmente, las actitudes y valores asociadas a un buen aprendizaje.

Según Marchesi y Martin (1998), es posible diferenciar distintas ideologías en educación, así, existe la liberal, la igualitaria y la pluralista; cada una de ellas tiene repercusiones diferentes en la respuesta a la diversidad, la calidad y la equidad. La ideología liberal, visible en la mayor parte de los sistemas educativos actuales, supone incorporar a la educación las leyes del mercado y se sustenta en tres supuestos básicos: a) la competencia entre los centros es positiva, ya que les impulsa a un mejor funcionamiento para conseguir un mayor número de solicitudes; b) los padres deben recibir información sobre la eficiencia de las escuelas, basada sobre todo en el rendimiento de los alumnos; c) las escuelas, presionadas por los resultados de los alumnos, tienden a seleccionar a aquellos con más posibilidades de éxito. Desde este paradigma es que surgen “nuevas estrategias” por parte del Ministerio de Educación, diseñadas sobre todo en función de informar a la familia y a la sociedad de la calidad detectada en estas mediciones, orientando, se sostiene, la elección y el acceso a los centros con imagen de mayor calidad. Así, son creados y divulgados los denominados “mapas de calidad” que, como un sistema de semáforos, busca iluminar educativamente a los a los hogares del país.

En este punto, acogemos la visión de los investigadores de la Universidad Diego Portales, Cristóbal Aninat y Gregory Elacqua, quienes indican que el problema es que el “tipo de información que recibirán es engañosa e ineficaz, ya que el promedio Simce, sin considerar la composición social de una escuela, no es buena medida de la efectividad escolar. La investigación en Chile – y en otros países desde hace más de 50 años – indica que al menos un 60 % se explica por factores externos a la escuela”. Esto significa, por ejemplo, que este nuevo semáforo de la calidad educativa no informa necesariamente de aspectos centrales de la educación, vista en su complejidad, como son lo cultural, lo convivencial o lo socioemocional de la formación de personas. Desde esta perspectiva, es cuestionable la utilización del promedio y no indicadores que muestren valor agregado para cada colegio o escuela medida. Desde una visión pluralista, es necesaria la existencia de diversos proyectos educativos, para que la educación responda a los requerimientos de pertinencia de la realidad, ya sea regional, comunal, atendiendo las características de cada contexto. En los proyectos inclusivos, el centro de atención es la transformación de la organización y respuesta educativa de la escuela para que acoja a todos los niños y tengan éxito en su aprendizaje. La educación inclusiva implica una visión diferente de la educación común basada en la heterogeneidad y no en la homogeneidad, y en estos hay un compromiso ético. Consideramos que la calidad educativa es la evidencia de los procesos de aprendizajes diversos según las características individuales de los potenciales cognitivos de los estudiantes, por lo tanto lo relevante en un proceso evaluativo, seria la información individual y longitudinal de cada estudiante, información que en pruebas anteriores se obtenían, pero que fueron eliminados con el objetivo de que “los colegios no segregarán a los alumnos con desempeños disminuidos”. Nuestra posición es que el sistema educativo debe proveer de aprendizaje a los niños sin distinción de nivel cognitivo, desarrollando los potenciales de aprendizaje de todos los alumnos, según su singularidad, por lo cual nuestro Proyecto al no ser selectivo - como la mayoría de sus pares privados - se ve mermado en este tipo de evaluación, pues los promedios que se obtienen, resultan afectados por los niveles de desempeño inicial. Esta variable de dispersión en sus pares privados es previamente disminuida por medio de los procesos de selección académica. En consecuencia, este tipo de evaluación para efectos de análisis, toma en consideración y compara Proyectos donde debieran evitarse estas comparaciones y la confección de ranking de competitividad.

Todo esto es posible con el apoyo de los padres y profesores, con vínculos afectivos y en consideración de los privilegios que muchos poseen, la responsabilidad es que los más aventajados colaboren para permitir que los que se encuentran en niveles más descendidos tengan derecho a pertenecer y a recibir una educación de calidad. Por último, todo lo expresado en los párrafos anteriores responde a la esencia de nuestro Proyecto Educativo, anclados en nuestra misión y visión, en donde, se persigue el desarrollo del ser, protagonista de su proyecto de vida, con compromiso y conciencia social para la transformación y aporte a la sociedad.

Desde esa perspectiva, la calidad educativa no puede reducirse a las mediciones estandarizadas y menos aún a una sola mirada de calidad educativa, ya que, tal como se analizó, no incorpora aspectos fundamentales de la formación humana y de los propósitos de contribución social de la educación.