1. Hemos aprendido que sin educación no llegamos a alcanzar o desarrollar lo mejor de cada uno de nosotros.
2. Hemos comprendido que la educación nos incorpora a la sociedad, pero también que la educación nos puede marginar de ella.
3. Hemos valorado que la mejor forma de vida es la democracia, donde todos somos sujetos de deberes y derechos.
4. Hemos asimilado la idea de que la escuela es un espacio privilegiado para educar(nos); un espacio que, con todo, debemos mejorar ostensiblemente.
5. Hemos imaginado que la escuela encierra un tesoro: el de poder aprender a saber, aprender a ser, aprender a pensar, aprender a estar juntos.
6. Hemos comprendido que la escuela tiene el deber ético y político de acoger a todos aquellos que somos iguales o distintos.
7. Hemos aprendido que efectivamente somos diferentes y que la diversidad lejos de ser una enfermedad es una experiencia legítima y enriquecedora.
8. Hemos ido entendiendo que la educación puede y debe enseñarnos a ser legítimamente diferentes.
9. Hemos argumentado que la integración es posible y necesaria, siempre que sea hecha con amor, seriedad y compromiso. Siempre que sea tan incluyente como liberadora y transformadora.
10. En suma, hemos afianzado la convicción racional y razonable de que la integración -la posibilidad de vivirla en nuestras escuelas- es el mejor indicador de que los pueblos son auténticamente democráticos y que poseen una educación de calidad.
[1] Profesor de la Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Mayo de 2008.
Un proyecto educativo humanista, crítico y emancipador para el Valle del Elqui...
20 de mayo de 2008
¿Por qué la Integración en la Escuela?
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