28 de noviembre de 2010

Educación en profunda crisis: es necesario empezar todo o casi todo de nuevo



Polan Lacki

En América Latina estamos sufriendo, antiguas, muy dolorosas y crecientes, consecuencias de un factor de anti-desarrollo que está demostrando tener una extraordinaria fuerza para frenar y hasta anular los esfuerzos que están realizando los ciudadanos, las instituciones, las empresas y los gobiernos para promover el desarrollo económico y social de nuestros países. Lo paradójico es que dicho factor es una institución históricamente valorada, apreciada y reconocida por la opinión pública, pero que con el pasar de los años está deteriorando su imagen porque sus integrantes permanecen con los ojos cerrados y los oídos tapados, a pesar de los daños que, por acción o por omisión, está causándole al desarrollo, a la prosperidad y al bienestar de nuestros habitantes.

Me refiero a la pésima calidad de nuestra educación y muy particularmente a la incongruencia existente entre lo qué y cómo nuestro anacrónico sistema de educación primaria, secundaria y terciaria está enseñando y lo qué y cómo debería enseñar para que los educandos puedan mejorar sus principios, valores, actitudes, conocimientos y competencias; y con ello tener un mejor desempeño en la vida personal, familiar, laboral, empresarial y cívico-comunitaria. Con pocas excepciones, nuestras instituciones educativas han llegado a tal nivel de deterioro que no podemos seguir aceptándolo; su reconstrucción tiene que ser - en la práctica y no en la repudiable prédica demagógica - la más urgente prioridad de cada gobierno municipal, provincial y nacional. Porque, hablando objetivamente, no existen motivos para aceptar que todos los ciudadanos de cada país, directa o indirectamente, sigamos siendo afectados y penalizados por una educación disfuncional que insiste en enseñarnos contenidos descontextualizados que en gran parte son irrelevantes y poco utilizables; además de ser enseñados en forma muy teórica, abstracta, aburrida y mínimamente vinculada a las necesidades de vida y de trabajo de los educandos. Principalmente si consideramos que el mundo moderno está necesitando, desesperadamente, una educación más pragmática cuyos contenidos los educandos puedan utilizar y aplicar en la corrección de sus propias ineficiencias, como estrategia para que puedan solucionar los problemas que enfrentan en sus vidas cotidianas y ofrecer una mayor y mejor contribución al desarrollo de sus comunidades y de sus países.

¿Reformas cosméticas para "mantener las apariencias" o reformas profundas para cambiar de verdad?

Las autoridades educativas deben abandonar, de una vez por todas, las inocuas reformas cosméticas que han estado realizando, año tras año, durante las últimas décadas. Porque tales reformas están engañando a los educandos y condenándolos al desempleo y al fracaso como personas, como padres de familia, como trabajadores, como emprendedores y como miembros de sus comunidades. Es por esta razón de fondo que los ministerios nacionales y las secretarias provinciales/departamentales y municipales de educación deben promover reformas educativas profundas y radicales que produzcan resultados concretos e inmediatos: en la formación y capacitación (más pragmática, funcional y práctica) de los docentes, en los contenidos curriculares, en los métodos pedagógicos, en la administración de las escuelas y en su relacionamiento con los padres de familia, con las comunidades y con el mercado laboral. Asimismo deben promover reformas que modifiquen los generosos calendarios escolares (con 4 horas de clases al día, 8 meses de clases al año y aún así llenos de celebraciones, asambleas, pre-feriados, pos-feriados, paros y huelgas). Estas generosidades son inaceptables porque si necesitamos que los alumnos aprendan más y mejor es indispensable que los profesores les enseñen más y mejor.

Todos los educandos deben ser formados para que puedan actuar como ciudadanos ejemplares

Con tal fin esta nueva educación deberá estar orientada a motivar y "empoderar" a los educandos para que quieran, sepan y puedan ser más eficientes y más autodependientes solucionadores de sus propios problemas. Una educación que les enseñe cómo elevar su productividad y su capacidad para generar más riquezas e ingresos familiares, como prerrequisitos para empezar a reducir la pobreza en la cual vive la mayoría de los educandos. Si queremos erradicar la pobreza no podemos seguir formando ciudadanos pasivos y dependientes de los simplistas programas paternalistas de regalar dinero a los pobres; porque éstos son pobres en dinero, porque son pobres en conocimientos, que sus padres y especialmente el sistema de educación no les proporcionaron. Estos paliativos populistas están destruyendo la dignidad de los pobres y condenándolos al fatalismo, a la pasividad, a la ociosidad, a los vicios y conduciéndolos a una miseria que, con la "ayuda" del ganar sin trabajar, se vuelve irreversible. El sistema de educación debe formar y capacitar una nueva generación de ciudadanos, que posean los principios, los valores, las actitudes y las competencias necesarias para que ellos mismos puedan evitar/corregir/eliminar los errores e ineficiencias que están cometiendo, porque generalmente son estos los principales causantes de su propio subdesarrollo. Una educación funcional y de buena calidad debe tener como objetivo y estrategia convertirlos en ciudadanos más honrados, más honestos, más responsables, más conscientes de sus deberes, más creativos, más productivos, más emprendedores, más solidarios y más activos y eficientes protagonistas en la solución de sus problemas personales, familiares, laborales y comunitarios.

Los ministros y secretarios de educación deben tener "hojas de vida" que los recomienden.

Por una cuestión de coherencia esta educación innovadora requiere de autoridades educativas que también tengan actitudes y procedimientos innovadores y ojalá revolucionarios. Los puestos de ministros nacionales y de secretarios provinciales/departamentales y municipales de educación ya no pueden seguir siendo atribuidos a oportunistas de ocasión que ayudaron a elegir a los gobiernos de turno. Dichos puestos deberán ser ocupados por los más competentes educadores de cada país, provincia y municipio. Competentes, no necesariamente por tener muchos títulos académicos colgados en las paredes, sino que en el sentido de que en sus "hojas de vida" hayan demostrado creatividad, ingenio y competencia técnico-administrativa para formular y ejecutar soluciones inteligentes e innovadoras, que sean capaces de provocar un gran impacto en la calidad educativa y en las actitudes y competencias de los egresados. En las instituciones educativas, muchísimo más que en cualquier otro organismo o empresa, la meritocracia tiene que ser un principio irrenunciable e innegociable. Una misión con tan elevada importancia estratégica, económica y social, no puede seguir siendo atribuida a los malos políticos y mucho menos a los malos sindicalistas de la educación porque éstos suelen estar cada vez menos preocupados en educar y cada vez más dedicados a hacer proselitismo político y a catequizar ideológicamente a los estudiantes. La educación debe ser política e ideológicamente neutral

A pesar de todo, es muchísimo lo que pueden hacer los profesores para mejorar la educación

Por supuesto que las adecuadas decisiones políticas de los ministros y secretarios de educación y las eficientes administraciones de los rectores/decanos/directores de las unidades educativas son importantes. Sin embargo, ellas no producirán los resultados necesarios si los integrantes del más importante y más decisivo estamento de la educación - los profesores - no asumen como suyo el desafío de mejorar su propio desempeño y por ende la calidad de la educación que imparten. Por más adversas que sean sus condiciones laborales y salariales es mucho lo que los profesores pueden hacer para revertir la baja calidad educativa y el creciente deterioro de la educación. En muchos casos ellos no necesitan condicionar la mejora de su desempeño docente a que los gobiernos adopten altas decisiones políticas y aporten recursos adicionales. Porque muchas de las actuales ineficiencias son tan elementales, de facil corrección y de tan bajo costo que pueden ser evitadas, corregidas o eliminadas por los propios profesores, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los ministros y secretarios de educación, los rectores de las universidades y los decanos y directores de las facultades y escuelas. Conscientes de que es muy poco lo que ellos pueden esperar de sus debilitados y endeudados gobiernos, es necesario que los profesores hagan un esfuerzo adicional y asuman un mayor protagonismo y liderazgo en la corrección de las profundas ineficiencias, debilidades y disfuncionalidades de las instituciones educativas. Es para esto que todos los ciudadanos a través de sus impuestos (inclusive los contribuyentes muy pobres que coincidentemente son los más castigados por la baja calidad de la educación), financiaron la formación académica de los profesores y están pagando, aunque en muchos casos muy mal, sus salarios.

Artículo aportado por el autor, un destacado agrónomo y pensador brasileño, ex funcionario de la FAO. Contactos a: Polan.Lacki@onda.com.br; Polan.Lacki@uol.com.br (http://www.polanlacki.com.br).

No hay comentarios: